¿Por qué leer?

Leer no es solo pasar el tiempo. Es entrar en el tiempo de otros, reales o inventados, el tiempo de las historias. Como Alicia a través del espejo, cada vez que posamos los ojos en la trama, ingresamos en un territorio ajeno y desconocido, en el que deambularemos hasta que la contratapa se cierre.

Un camarero corre de un lado al otro del salón con varios tragos en una bandeja. A veces lleva algún que otro café. El barullo de las conversaciones es constante pero no tan intenso como para cortar el vaivén de la reflexión. En el bar del hotel donde estoy, casi todos hablan pero nadie lee.

Es cierto que muchos están enfrascados en las pantallas de sus teléfonos móviles –incluso quienes forman parte de un grupo o también las parejas- pero no muestran el ritmo típico de quien aborda un libro. Ese fijar la vista por unos segundos con la cabeza inclinada un poco hacia abajo, el pasar de página de un dedo fugaz sobre la luz azul. Se trata más bien de un frenético movimiento de abajo hacia arriba, señal que indica que nada de lo que están viendo les interesa lo suficiente como para detenerse. La sala de lectura – este hotel tiene una sala con mullidos sillones de cuero marrón y una ventana con vista al lago y la montaña- está desierta, como también lo está la biblioteca en la que ahora me apresto a escribir.        

Al ver esta escena, podría pensar que la lectura se ha perdido para siempre; conclusión demasiado simple y terrible, acaso falsa, ya que las estadísticas indican lo contrario[1]. Frente a este panorama la pregunta deviene inevitable. ¿Por qué leer?

Mi instinto responde con otro interrogante: ¿Por qué no habría de hacerlo? Si en definitiva la lectura es parte de mi vida diaria, un hábito tan incorporado que ni me he detenido a cuestionármelo. Claro que yo también escribo, practico esa clase de deporte que JorgeVolpi[2] ha sabido llamar “extremo” y cuyo entrenamiento no se concibe sin la lectura.

Pero alguien podría responder: ¡Hay tanto para hacer en lugar de leer! Que el trabajo, que los niños, que la cocina, que las compras, que los mensajes de whatsapp, que las redes sociales, que el vivo[3] de tal o el tik tok de cual, que mejor maratonear series los domingos o correr en el gimnasio. En el plano de las excusas también podría apelar a que la lectura es demasiado solitaria, que requiere mucho tiempo, que a veces produce somnolencia o que los libros son muy caros.

Tal vez, la lectura de ficción es una práctica propia de una generación determinada, la de aquéllos que nacimos en un mundo analógico. En mi niñez, las princesas y los superhéroes no se encontraban en la televisión ni en videos de YouTube sino en los cuentos. El príncipe de “La Bella Durmiente” no enfrentaba al dragón en una batalla sanguinolenta plagada de efectos 3D, ni Tarzán se guarecía en los brazos de un orangután mecanizado. Aun así, cuando nos sumergíamos en el libro, podíamos escuchar a la perfección el rugido de aquél dragón o el ulular típico del hombre mono. Incluso sentíamos en la piel el calor de las llamaradas que el monstruo lanzaba sobre el príncipe o la tosquedad de una liana con la que Tarzán volaba entre los árboles.  Leíamos por placer, por diversión pero también apelábamos a los libros para aprender. Frente a la proliferación de recursos audiovisuales de la era actual es fácil concluir que la palabra escrita ya no se disfruta de la misma manera ni resulta tan necesaria. Sin embargo, las estadísticas me contradicen una vez más y no sólo respecto de los adultos que leen, sino también respecto de los nativos digitales.[4]

Si no se trata de una cuestión generacional, vuelvo a preguntarme: ¿Por qué leer?  Entre las razones que se mencionan a menudo encontramos que entretiene, nos permite conocer otros mundos, ampliar nuestra imaginación y creatividad, nos hace mejores personas, nos permite ser otros, favorece la inteligencia y combate el insomnio. Pero como no soy fanática de lo convencional, quise ahondar en  otras motivaciones diferentes, como, por ejemplo, que la lectura nos ayuda a encontrar pareja.

En su autobiografía, Woody Allen relata que siendo adolescente, sólo le interesaban las historietas y el deporte pero tuvo que ponerse a leer para poder salir con las chicas que le gustaban: “Leía indiscriminadamente y seguía teniendo grandes lagunas en mi conocimiento, pero…me educaba lo mejor que podía, no para obtener un título universitario…sino para no parecer un asno delante de las mujeres que me gustaban…”[5] Aplicado el ejemplo a un plano más general, podemos afirmar que leer nos permite saber de qué se trata, ubicarnos en el contexto de otros con quienes interactuamos. Nos provee herramientas para el intercambio social y cultural. No se trata sólo de parecer más interesantes, sino de conocer el mundo que nos rodea. La lectura se practica en soledad pero a la vez nos socializa. La lectura invita a la reflexión y a la discusión. Y quién dice que tal vez, en ese mismo camino -tal como cuenta Allen- la lectura nos permita encontrar pareja.  

Desde otro punto de vista, la lectura también puede contribuir a sanar. Hace poco conocí una mujer que realizó una terapia “filosófica”. La terapeuta -de formación freudiana- solía encomendarle diferentes lecturas de pensadores clásicos y modernos a través de los cuales podía analizar e interpretar las dificultades que enfrentaba en su vida personal. Me resultaba extraño que Platón o Aristóteles pudieran traer soluciones a las neurosis modernas, sin embargo, buceando en la web encontré el sitio “The School of Life”- ubicado en  Londres-, que cuenta nada menos que con un servicio de biblioterapia.  En dicha práctica, una psicóloga especializada -según el problema a tratar- dirigirá al paciente hacia las lecturas con las que podrá interpretar y entender sus sentimientos o hacia aquéllas que aporten una nueva perspectiva frente al problema.[6] La ciencia ha demostrado que funciona pues leer puede reducir el estrés hasta en un 68% y es mejor que escuchar música, dar un paseo o tomar una bebida caliente. [7]

En un plano un poco más banal, la lectura nos permite a viajar por el mundo y no me refiero a volar con la imaginación sino de turismo en la realidad.

Algunos años después de tener a nuestros hijos, mi marido y yo decimos volver a viajar solos y si bien dudé en enfrentar el desafío -dejar a los niños con la abuela, el temor a extrañarlos, los problemas a la distancia, etc.- no vacilé al elegir el destino: Roma. ¿Acaso quería ver al Papa? No. Quería recorrer algunos de los sitios en los que transcurría “Angeles y Demonios” de Dan Brown.

Las casas museo y las caminatas literarias abundan en diferentes ciudades del mundo, pero el turismo dedicado a la literatura va incluso más allá. Existen guías de viaje cuyo recorrido abarca los sitios reales en los que transcurre una ficción determinada. Por ejemplo, el libro “This Side of Paradise: Interactive Tourism Edition, de F. Scott Fitzgerald”, ofrece un itinerario por los sitios que inspiraron al autor para escribir la novela, entre los que se incluyen la Universidad de Princeton -Fitzgerald asistió en la vida real y allí también asiste el protagonista ficticio de la novela, Amory Blaine[8]-, y Montgomery, Alabama –allí Fitzgerald se enamoró de su futura esposa Zelda Sayre, al igual que el personaje ficticio Amory se enamoró de Rosalind-.[9]

La lectura tiene muchos beneficios, aun así hay personas que, habiéndolo comprobado, la abandonan en algún momento de la vida, no por problemas médicos sino por elección.  En mi caso, si bien he tenido largos períodos en los que ni me acerqué a un ejemplar de ficción, siempre volví a las historias de papel. ¿Por qué? ¿Por qué elijo leer?  

Un libro es una compañía, incluso cuando se trata de temas de no ficción. Aunque leo en soledad, difícilmente me siento sola cuando lo hago. La lectura es además un antídoto contra las esperas; leo en la antesala del médico, mientras aguardo el turno para un trámite y también en los viajes. Leo para escribir mejor, para inspirarme, para conocer y aprender. Leo porque me gusta, porque lo hago desde que era una niña. Leo porque no me imagino un mundo sin historias, sean reales o inventadas.

¿Y si leer es bueno porque sí? Mis hijos solían preguntarme por qué tenían que estudiar y yo los ilustraba con las típicas y fundamentales explicaciones de los beneficios de la escolaridad. Sin embargo, ellos cuestionaban la utilidad de muchos de los contenidos que impartía la escuela secundaria. Hasta que encontré una mejor respuesta en un libro de Murakami. El personaje de la novela Kafka en la Orilla –un adolescente- decide huir de su casa  y un joven llamado Cuervo, a quien frecuenta, le recomienda que estudie todo lo posible, pues tal vez no pueda volver a la escuela en el futuro: “Tienes que ser como un papel secante, absorberlo todo. Qué debes guardar y qué debes tirar, eso ya lo decidirás más adelante” [10]

Tal vez, la búsqueda de respuestas a la pregunta de por qué leer sea una inútil pérdida de tiempo. Leamos y punto. Absorbamos todo como un papel secante. Luego decidiremos qué guardar y qué dejar en el proceso. En definitiva, creo que no importan las razones.

Entonces ¿Por qué leer? Sencillamente porque estamos vivos.


[1] Según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2021, elaborado por el Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) en colaboración con el Ministerio de Cultura y Deporte, el 64,4% de los españoles leyó libros como una forma de ocio durante el último año. (MARTINEZ Javi, “Barómetro de lectura: el índice de lectores con frecuencia semanal crece 15 puntos en una década”,  El Mundo 23-2-22). He tomado las estadísticas españolas por estar más actualizadas.

[2] VOLPI Jorge, “Leer la Mente”, págs.. 156-57.

[3] Se refiere a un “vivo” de Instagram.

[4] el tramo con mayor población lectora es la comprendida entre los 14 y los 24 años -74,8% de población lectora en tiempo libre. (Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2021. https://www.culturaydeporte.gob.es/actualidad/2022/02/220223-barometro-habitos-lectura.html)

[5] WOODY ALLEN “A Propósito de Nada”, Traducción de Eduardo Hojman, Alianza Editorial, pág. 63.

[6] https://www.theschooloflife.com/shop/tsol-bibliotherapy/

[7] Judith JK “El maravillo efecto que tiene leer en tu salud mental”-10-3-2019-La Vanguardia ( https://www.lavanguardia.com/cribeo/estilo-de-vida/20190310/47433529736/el-maravilloso-efecto-que-leer-tiene-en-tu-salud-mental.html)

[8] publicado en 2012 por la Southeastern Literary Tourism Initiative. https://www.amazon.es/Paradise-Annotated-Interactive-Tourism-English-ebook/dp/B0070RVEW4

[9] “Turismo Literario” – Hisour, Arte Cultura Historia- https://www.hisour.com/es/literary-tourism-39046/

[10] HARUKI MURAKAMI “Kafka en la Orilla”, Maxi Tusquets editores, Traducción Lourdes Porta, año 2006, pág. 17.

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