Lo que la naturaleza te regala

Un retrato acotado de Tomas Thibaud




Lunes, diez de la mañana. El Director de legales de la compañía está distraído. En la sala, la discusión alcanza el punto máximo de la acidez, el problema que enfrenta la compañía es grave  y los abogados no se ponen de acuerdo. Pero al Director eso no le interesa. Hace tiempo que dejó de interesarle. ¿Estás acá?, lo interpelan y esa simple pregunta es como una alarma que lo hace eyectarse y salir de la reunión sin mediar palabra. Avanza con paso firme hacia la salida, se arranca  el saco y la corbata, se desabrocha el primer botón de la camisa, se despeina. Tira su teléfono celular a un tacho de basura, sube a su camioneta y sale a toda velocidad para nunca más volver. El final de la película lo muestra detrás del volante, el sol en el horizonte y una cámara de fotos en el asiento de la acompañante.

Esta podría ser una típica historia de transformación personal. Pero no es la historia de Tomás Thibaud. Porque Tomás jamás se fue del mundo corporativo dando un portazo. Como los reptiles que mudan su piel, Tomás se quitó el traje de abogado para ponerse el de fotógrafo de la naturaleza, en un proceso gradual y profundo cuyos pasos no es capaz de reconocer del todo. 


Si hubiese conocido a Tomás Thibaud cuando trabajaba como abogado, podría creer con facilidad que no es el mismo que una tarde de agosto aparece en la pantalla de zoom  de mi computadora. El pelo largo, la barba tupida y la piel caoba no se parecen en nada al que alguna vez pasó más de diez horas diarias bajo el foco de un tubo fluorescente. Tomás habla del mismo modo que escribe sus posteos en Instagram: en abundancia. Dice que la verborragia es consecuencia de la pasión con la que hace las cosas. Y que cuando se hacen con pasión, las cosas salen bien.

Sus comienzos como fotógrafo de la naturaleza son difusos, Tomás no es de detenerse en las fechas. Su primera foto –o por lo menos la más significativa de las primeras- no es de una especie rara sino de su padre, también fotógrafo y conservacionista de la naturaleza. En ella, Michel Thibaud avanza sobre un sendero cobrizo con la mirada atenta a los árboles y la cámara en una mano. La imagen está tomada desde el espejo retrovisor de un auto en el que Tomás se guarece.

C: ¿Salir de expedición fotográfica era una costumbre familiar?

T: Papá es fotógrafo de la naturaleza desde hace más de cuarenta años. Está vinculado a la conservación, al medio ambiente y a la ecología desde siempre. Yo empecé acompañarlo a él y en algunos viajes también coincidí con alguno de mis hermanos. En la foto que mencionás yo ni siquiera me bajé de la camioneta. Iba con una cámara de bolsillo que sin duda no iba a poder lograr la foto que él estaba logrando. Yo creo que empecé cuando pude comprar mi primer cámara con un importante teleobjetivo, antes hacía fotos de paisajes.

C: ¿Cuánto de tu historia familiar influyó en tu formación como fotógrafo?

T. No hay mandato. Quizás el mandato más fuerte que tuve haya sido tener una profesión tradicional. Por una cuestión interna mía, en el sentido que quería ser exitoso, quería demostrar que era un tipo capaz.

C: ¿Estudiaste derecho para diferenciarte?

T: Estudié derecho porque no sabía qué otra cosas estudiar.

A pesar de lo mucho que le gustaba la fotografía de la naturaleza, Tomás eligió un camino diferente. Serás lo que debas ser o serás abogado, dice un viejo dicho y él pareció amoldarse al pie de la letra. Estuvo a punto de dejar la carrera tres veces, pero una de las características de Tomás,  es que es terco. Y que no deja las cosas por la mitad. Así que no solo se recibió de abogado sino que estudió muchísimo, un máster, un pre-máster y una diplomatura. Dio sus primeros pasos en un estudio de la City para luego pasar al mundo corporativo. Comenzó de pasante en una multinacional y llegó a ocupar el cargo de Director de Asuntos Legales, Compliance y De Gobierno, para Argentina y Uruguay, una posición que muchos consideran exitosa.  En las ciento veintidós mil seiscientos cuarenta horas que convivió con el mundo corporativo, también fue Presidente de la Red de Abogados de Idea y miembro del directorio de la Association of Corporate Counsel (capítulo de Argentina).  Escribió artículos, dio conferencias, pero además del éxito, reconoce que siempre tuvo alma de justicia.  Y en este punto, la Argentina le mostró el cociente inválido de una ecuación compleja: no siempre gana el que hace las cosas bien.

***

Tomás llega a la empresa a la hora y con el entusiasmo de costumbre. Lleva  el pelo prolijamente peinado, la camisa y  el traje impecables; el hábitat propio de un Director de Legales.  Lo único que lo conecta al fin de semana que pasó en Esteros del Iberá, es la piel bronceada y más de mil fotos. Elige la del Yaguareté como fondo de pantalla. Sus compañeros de trabajo ya conocen sus producciones, los ojos gigantes de una abeja, el baile de dos caballos, las alas de una garza. No es un secreto que se dedica a la fotografía de la naturaleza en sus ratos libres pero siente que no puede decirlo en voz alta. Sabe que cuando sus compañeros vean las imágenes que tomó el fin de semana, harán el comentario que más le aterra escuchar. “Son muy buenas, deberías dedicarte a esto” es la sentencia de lo indecible. La fotografía es su cable a tierra, la vía de escape de una adicción al trabajo que jamás le redituaría tanto como para vivir y mantener a su familia. Y suponiendo que lograra monetizarlo, algo más lo carcome. Si su cable a tierra se transformase en un trabajo, entonces ¿cuál habría de ser su vía de escape?  Tomás saca al animal de la pantalla y se prepara para la primera reunión del día.

***

Un día de septiembre de 2017, Tomás vuelve a embarcarse para avistar a las ballenas. Hace días que madruga y lo único que ve, es el  transcurrir del sol, que va de un punto a otro  en el mar argentino. Piensa y espera. Piensa en todos los kilómetros que hizo para llegar hasta Puerto Madryn, piensa en las horas que lleva invertidas en ese lugar, piensa que las vacaciones se acaban y tendrá que volver a Buenos Aires, piensa en un lunes vacío de fotografías. Y entonces, solo un poco más lejos de dónde el agua lo mece suavemente, divisa una Ballena Franca Austral junto a su cría. Las ve cuando emergen desde lo profundo, cuando saludan a la superficie, cuando sus aletas se acompasan y cuando se desincronizan, cuando colapsan el mar bajo sus cuerpos, cuando él prepara la cámara y también, cuando no puede apretar el gatillo. Percibe el canto, los resoplidos, sabe que le  hablan pero necesita acercarse para entender. Recuerda que la conexión con la naturaleza es algo que todavía no vivió. Lo recuerda y lo olvida al mismo tiempo que la epifanía estalla en medio de su cerebro y se tira al agua. De ese viaje volverá sin la foto pero con la imagen impresa en la retina, como el grabado de un escultor sobre la piedra.

Tomás cuenta que el viaje a Península de Valdés le voló la cabeza. Y es curioso, porque desde lo simbólico, la ballena se asocia a las emociones, la intuición y el escuchar la propia voz. Como si Tomás  hubiese podido fotografiar su interior con un lente macro. La experiencia tuvo incluso mayor trascendencia de lo que  quiere reconocer, pues ese día se inició una especie de conteo hacia atrás. El principio del fin de su vida como abogado.

C: ¿Recordás en qué año fue lo de las ballenas?

T: Si lo que me estás preguntando es, si ese viaje tuvo que ver con mi cambio la respuesta es sí. Pero no me preguntes cuánto tiempo pasó, ni cuánto tiempo lo estuve pensando. No tratemos de buscar que di un portazo y me fui. Quiero dejar en claro que esto fue un proceso.

C: Entiendo. Pero quisiera que vos identifiques los momentos de ese proceso.

T: Hay varios hitos, no solo para tomar la decisión sino confirmatorios. Yo no salí del mundo corporativo para dedicarme a esto. No es que dije dejo todo para dedicarme a la fotografía de la naturaleza. Yo salí de la empresa, me fui, me tomé un tiempo para hacer viajes, me fui con mis hermanos a recorrer los Estados Unidos en una casa rodante, volví. Empecé a tirar currículums, iba a las entrevistas, me llamaban.

C: ¿Y por qué te fuiste de la empresa?

T: Había cumplido un ciclo. La empresa había sufrido ciertos movimientos, fusiones entre subsidiarias. Pedí un retiro voluntario y me pidieron que me quedara durante la transición porque yo no sabía, o no estaba seguro de lo que quería hacer. Lo que sí sabía era que mi silla tenía fecha de vencimiento. Lo hablé con un coach, con  mis jefes, con todos. Pero aun así, yo pensaba seguir en el mundo corporativo.

C: ¿Y qué pasó?

T: Pasó el tiempo. Vino la cuarentena, pasaron un montón de cosas en el medio. Por eso insisto con lo del proceso. El mundo cambió y me di cuenta que yo también tenía que cambiar. En cualquier empresa que entrara, si cumplía la misma función, iban a cambiar los nombres y los apellidos de los problemas, pero iba a seguir solucionando problemas de otros. Un día, hablando con un coach conocido, le comento que quería buscar una posición en legales de una compañía relacionada con la National Geographic para estar más cerca de la fotografía de la naturaleza. Y él me contestó: Tomás, ¿vos te das cuenta la pavada que estás diciendo? ¿Por qué, mejor, no te dedicas a la fotografía de la naturaleza? 

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A las tres y media de la tarde de un día de marzo de 2018, Tomas está tanto o más quieto que el lagarto overo que pretende retratar. Hace rato que hizo cuerpo a tierra sobre la maleza y no se atreve a mover ni un dedo, ni siquiera para secar la transpiración de su cara, que parece fundirse a fuego lento en los cuarenta grados de la selva misionera. Estuvo ahí antes, más precisamente una hora atrás, tratando de hacer foco en una mariposa que descansaba sobre la cabeza de ese mismo animal. Pero aunque le pareció que tenía la mejor imagen del planeta,  los otros fotógrafos del grupo, esos que preferían descansar a la sombra de un quincho y refrescar el calor con una cerveza, lo defenestraron. Que la foto estaba mal compuesta, que el fondo interrumpía la imagen o que la escena no comunicaba nada, fue lo menos que le dijeron. Peor aún fueron las carcajadas cuando anunció que volvía a la selva a mejorar la foto. ¿Acaso pensaba que el lagarto lo estaría  esperando?  Pues allí está otra vez, dispuesto a desafiar el pronóstico, porque si hay algo que a él lo saca de las casillas, es que las cosas no salgan como quiere, sobre todo cuando le dicen que no va a poder. Y parece que la suerte lo acompaña, no sólo el lagarto se asolea en el mismo lugar que lo dejó sino que otra mariposa, una de alas negras y blancas, se posa en el hocico del reptil, como si se conociesen de toda la vida. Y esa pequeña historia de amor –en realidad tiene una explicación científica que me atrevo a soslayar- es la que lleva, triunfante, de regreso al quincho.  Solo para ver que sus colegas corren con las cámaras hacia la selva, en un vano intento de lograr la misma foto que él acaba de mostrar.

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Tal como lo cuenta, ni el camino, ni la decisión de abandonar lo corporativo le resultó fácil. Antes de dejar la empresa, se hablaba de “change management”,  se trataba de explicar a la gente de qué se trataba el manejo del cambio. Y a Tomás le dijeron que él no podía cambiar. Ya sabemos cómo opera el “no podes” en la mente tenaz de este fotógrafo, pero al principio, los miedos le empañaban la visión. Si bien desde el año 2013 publicaba sus fotos en Instagram, su límite era el perfil profesional de Linkedin. ¿Qué dirían los posibles empleadores si lo veían paveando con la fotografía de la naturaleza?   

***

A mitad de camino entre Antofagasta de la Sierra  y Belén,  en la Provincia de Catamarca, Thibaud se detiene en un salar al costado de la ruta. Lo acompañan su padre y uno de sus hermanos. Tomás imagina una foto, una forma de componer sobre el lienzo blanco, aquello que ve. Bajan  de la camioneta y rodean a un grupo de vicuñas. Se acerca, las observa, ellas también lo miran, caminan juntos por un rato. Tal vez se pregunten si ese humano es parte del paisaje o una mera alucinación reflejada en un espejo de sal, pero eso no importa. Lo que importa es que lo ignoran, ignoran el click continuo e irritante de su cámara que habrá de mostrarlas como si estuviesen posando para la foto grupal de un viaje de egresados, o corriendo a tomar un subte en una gran ciudad.

A Tomás Thibaud no le causa placer retratar personas. Hoy lo hace para mostrar el backstage de sus expediciones, pero aquello que en verdad lo maravilla, es la posibilidad de enmarcar lo impredecible. No podemos indicarle a un animal cómo debe posar, sin embargo Tomás asegura que- como en el caso de las vicuñas-, con  experiencia y preparación, es posible dar instrucciones.

C: ¿Por qué fotografía de la naturaleza y no de personas?

T: Es distinta la fotografía. Captar un momento único en la naturaleza no es solamente conocimiento. Tiene un condimento adicional, que es lo que la naturaleza te regala.

C: Te atrae lo impredecible y sin embargo, vos te preparás para eso.

T: Cuánta más experiencia tengas, mejores fotos vas a obtener. Porque vas  poder predecir qué comportamiento va a tener el animal. Muchas veces me divierto dándole una instrucción a la fauna. Con instrucción me refiero a cómo esperarla, cómo acercarte, cómo ser paciente, qué hacer, si hacer ruido o no, si chistarle o no. Hay un montón de cosas que se generan en esa interacción pero no son las instrucciones típicas a las que nosotros estamos acostumbrados a darles a las personas.  

C: Antes de sacar una foto hay que mirar. ¿Qué despierta en vos el deseo de hacer una foto?

T: Depende de lo que esté buscando. Hay fotos que capaz las estoy pensando desde hace veinte años y todavía no las logré. La creatividad y la curiosidad son la base. Hay especies que tal vez no son las más lindas pero sí las más difíciles. Por un lado tenes el valor artístico y por el otro también la conservación.

***

Desde el revelador viaje a Península de Valdés, hasta la “confesión”  de Tomás en Linkedin en 2020, transcurrieron tres años. De todos modos, todavía le faltaba definir de qué modo podría generar ingresos a partir de la fotografía de la naturaleza. Tomás asegura que en la Argentina,  la actividad no es redituable y que hay muchos prejuicios que impiden que se valore. Y del mismo modo que le ocurrió con las ballenas, la visión le llegó con el agua.

C: En la fotografía profesional, ¿el objetivo no es la foto en sí misma?

T: Lo que estoy tratando de hacer no es tan así. En la fotografía también está el objetivo de la conservación y de traer más público hacia esa actividad.

C: ¿Cómo llegaste a la idea de hacer expediciones fotográficas?

T: Un día estaba haciendo fotos metido en medio de la laguna, con los waders puestos. Era un día de semana y yo transmitía por Instagram, la gente laburando y yo sacando fotos en una laguna. Me dije que no podía seguir viviendo eso como si fuera un bacán, porque en algún momento me iba a fundir. Y me di cuenta que lo que más me hacía feliz no era vender la foto sino hacer la foto. Mejor sería que me paguen por acompañar a la gente a hacer fotos y así se me ocurrió lo de las expediciones. Probé con una y me gustó. Hubo gente que me llegó a decir Tomás, volví a dormir de noche, volví a dormir una siesta. No es sacar la mejor foto, es descansar, dormir, reír, pasarla bien, desconectarse. La foto y la cámara son el medio.

Tomás encontró en las expediciones fotográficas una puerta de entrada para hacer lo que lo apasiona. Por lo menos por ahora, pues aprendió que nadie se casa con nadie y que es posible cambiar de profesión o de pasión y seguir viviendo. En lo que lleva de tiempo, ha acompañado a cientos de personas – profesionales, amateurs y hasta ignotos de la fotografía – a retratar la naturaleza en la selva en Misiones, en el “Bañado la Estrella” en Formosa y también a las ballenas en Península de Valdés.  

De todos modos, lo corporativo también se cuela en el discurso del fotógrafo. Palabras como liderazgo, negocio, “CEOS”, equipo y oportunidades, aparecen con frecuencia  y por eso explica que todo lo que trabajó y aprendió en su paso por la empresa no puede tirarlo por la borda. Sin embargo advierto que hay algo más que mera experiencia aplicada. Más bien una necesidad de reivindicar la fotografía de la naturaleza como parte del espectro empresarial. Tomás encuentra más negocios ahora que cuando trabajaba de abogado pero también se cuestiona el hecho que durante sus años “corporativos”, debió ocultar que dedicaba varias horas a su hobby. En cambio, quienes jugaban al golf, se ufanaban de hacerlo hasta en horas laborales, porque lo hacían con algún juez o un CEO de otra compañía. En sus pensamientos  – voleos mentales los llama- tiende a relacionar la fotografía de la naturaleza con la capacidad de liderazgo y cree que sería bueno que un jefe de equipo aprendiese a atraer la fauna sin necesidad dar una orden. Como ocurrió con las vicuñas,  Tomás tiene un poco de ese Flautista de Hammelin que propone y hasta se atreve a proyectar un futuro en el que las compañías deban contar con un gerente de sueños, alguien que se ocupe de la felicidad de sus empleados. Por ahora le pido que pensemos en algo un poco más palpable.

 C: Suponiendo que hiciéramos un viaje virtual a la selva misionera, ¿podrías describirme los sonidos y las sensaciones que aparecen en el recorrido?

T: ¿Cuánto tiempo tenés? (risas). A Misiones suelo ir por ruta. Me encanta la ruta y de chico, siempre quise tener un camión para frenar al costado de la ruta a dormir si hiciera falta. Ya cuanto entro a la provincia, aparece la selva. Te das cuenta cuando cruzás el límite entre Corrientes y Misiones cómo cambia la vegetación. Y cuando llego y bajo de la camioneta, después de trece horas de manejo, siento el alivio. Se escuchan sonidos muy diferentes, depende de la época del año, hay ranas, grillos, mucho canto. Y si nos metemos en un recorrido a la mañana siguiente, ya el despertar es un himno de canto de aves. Infinidad de aves. Los sonidos cambian, si toca un día de lluvia, o si tal vez no llovió pero hizo frío, el goteo de la helada o del rocío que cae de los árboles sobre las hojas. Pero lo más impresionante es que, a pesar de la biodiversidad que tiene la selva, de los distintos animales que pueda haber, y de los muchísimos ruidos, hay un momento en que la selva se pone en silencio.

C: ¿Cómo es eso?

T: Igual que cuando estás en un lugar con mucho ruido y de pronto todos se callan. Eso también pasa en la selva. No se mueven ni las ramas, no hay viento. Muchos valoran los cantos de la selva pero más loco es sentir ese silencio.

C: Cuándo haces fotos solo, muchas veces tenés que estar en silencio. ¿Hacia dónde va tu mente en esos momentos?

T: En ese silencio pasan un montón de cosas. Familia, amigos, mujer, en mí mismo, en mi futuro, mi pasado, mi presente. En que si aparece el animal o no y refunfuño porque no aparece y por el tiempo que estoy perdiendo.  Y me digo que no estoy perdiendo el tiempo porque lo importante es lo que estoy viviendo. Hay contradicciones en el silencio.

En algunos momentos, Tomás se ha llegado a preguntar si volvería a trabajar en una empresa y tal vez lo haría si encuentra un puesto que represente un desafío para él. Siempre y cuando, aclara, lo dejen salir de expedición fotográfica cada tres meses. Sin embargo, cuando una noche sueña que todavía trabaja en la multinacional -como ese sueño recurrente en el  que nos falta rendir la última materia de la facultad- Thibaud se despierta angustiado.

En cambio, cuando describe los sonidos de la selva, Tomás es un chico al que le acaban de abrir la puerta para salir a jugar. La mirada se relaja, baja la guardia y, -valga el cliché- se le ilumina la cara. Como si alguien lo apuntara con un flash. Y como en la historia que imagináramos al principio de este recorrido, podemos ver a Tomás a bordo de su camioneta, con el sol en el horizonte y la cámara en el asiento del acompañante.

Casi al final, recuerda algo importante. Que de chico sólo quería ser libre.

C: Una vía de escape.

T: Exacto. Como la fotografía de la naturaleza.

Foto gentileza del propio Tomas Thibaud

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2 comentarios sobre “Lo que la naturaleza te regala

  1. Escribes tan gráficamente que pude “imaginar “a Tomás y su visión fotográfica y “ ver “sus fotos de la Naturaleza como si el romance del
    Lagarto y la Mariposa lo estuviera viendo yo misma .
    A la vez describes los sentimientos con tanta fuerza que “veo “la lucha entre el Derecho y la vocación fotográfica .
    En fin , describiendo la historia de Tomás , estuviste fotografiando su vida
    Felicitaciones escritora-fotógrafa !!!!!

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